¿Ludismo en Cuba?

Desde hace varias semanas, en oficinas de Etecsa de Santa Clara hay también empleadas bancarias, concretamente de BANDEC, junto a las de Comunicaciones, que hablan con quienes están haciendo las pesadas y tediosas colas para pagar el teléfono, y les explican que si tienen tarjetas magnéticas pueden hacerlo sin necesidad de esas largas esperas, muchas veces bajo el sol.

Las del Banco Popular de Ahorro hacen igual labor, hasta en centros laborales, para informar que desde una computadora con Internet o a través de los celulares se efectúa el pago cómodamente, y las compras en establecimientos que poseen los llamados POS les reportan beneficios por bonificaciones hasta del 10 % en determinados momentos.

Sin embargo, en las últimas horas he escuchado conversaciones que me recordaron textos de historia relacionados con obreros ingleses del siglo XIX que protestaron contra el uso de máquinas, cuya introducción reducía los empleos y dejaba a muchos sin trabajo.

Pudiera o no ser cierto, pero los libros recogen que aquel movimiento tuvo el nombre de Ludismo debido a que Ned Ludd rompió dos telares a los cuales atribuyó la causa del desempleo porque tales equipos desplazaban a las personas.

No obstante, hay quienes afirman que no se trataba de culpar a los equipos sino de crear una situación que les permitiera una mejor posición para negociar con los dueños de las industrias.

Resulta que algunas de esas charlas actuales se sintetizan en denostar el comercio electrónico porque demora las operaciones de cobro, lo cual es cierto cuando la conectividad no es buena, pero tampoco aplican iniciativas como las de Elvis, un dependiente de la TRD del Reparto Escambray, en Santa Clara, que mientras espera que la tarjeta magnética sea procesada, adelanta las operaciones al cobrarle a quienes pagan con dinero contante y sonante.

Otros dos argumentos en contra del dinero electrónico son exagerar la cantidad de veces en que se traba en los cajeros automáticos, y decir que los de edad avanzada somos incapaces de manipular las teclas y colocar las contraseñas, lo cual no deja de tener parte de razón, pero igualmente debe admitirse que aprendemos y lo hacemos como cualquier joven.

Esta modalidad de cobro del salario y de pago en las operaciones de compra venta es novedosa en Cuba, pero en otras naciones es un hecho cotidiano y muy viejo, protagonizado por personas de todas las edades, y no existen motivos bien fundamentados para negar que esta incipiente forma de manejar el dinero no vaya a prosperar en la isla.

Algunas frases dejan claro los motivos para expresar descontento y tratar de que el mayor número posible de ciudadanos se incomoden y rechacen el método, pues ya se nota que cada vez menos clientes hacen la cola para realizar pagos de electricidad y teléfono en la capital de Villa Clara, por lo que cada vez se necesitará de menos trabajadores en esas oficinas y podrán dedicarse a una faena más útil.

No se ha escuchado entre los empleados, pero si entre la población: “Además de no tener que sufrir las colas, ni padecer el maltrato como consumidores o clientes, también nos libramos del mal de que no tienen moneda fraccionaria para dar cambio”.

Y si algún día hay máquinas para depositarle el dinero y que nos entreguen algún producto será un hecho tan bienvenido como que las mercancías que hoy se venden a granel, sueltos, estén empaquetados previamente y pasemos las incomodidades iniciales de no hablar más de libras y onzas sino de gramos y kilogramos con instrumentos de medición que solo tengan estas últimas unidades de medida.