Los celulares a fin de año

Hubo un tiempo en que una joven podía estar recibiendo cartas de amor durante varias semanas, a pesar de haber roto las relaciones con su prometido cuando este hubiera venido de unas vacaciones desde la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviética donde estudiara.

Aun cuando el estudiante retornaba a sus clases en la URSS, era posible que las misivas escritas por él todavía estuvieran en camino, pues el correo postal demoraba meses en ese trayecto, lo cual podía provocar que alguien pensara que todavía eran novios.

De hecho, en este caso ocurrido en 1968 hubo alguien, un pretendiente de la muchacha que no la cortejó porque no sospechaba que eran cartas a destiempo que al llegar a La Habana ni siquiera eran leídas.

Esos días podrán parecer muy remotos, pero actualmente coexisten personas de diferentes generaciones y, entre ellas, hay quienes vivieron esos momentos en los cuales había que escribir en una hoja de papel, introducirla dentro de un sobre, colocarle sellos y echarla en el buzón.

Muy escasos, si los hubo, debieron ser los novios que enamoraron por voz a esa distancia, pues lo común era ahorrar para traer algún regalo, aunque también había que cumplir el requisito de que tuvieran el servicio telefónico.

Por cierto, todavía hay quienes prefieren redactar una carta y vivir las emociones de la espera de leer un pliego con letra escrita a mano, y existe el rarísimo caso de una persona en Sancti Spíritus que se dedica a redactar misivas de amor por encargo.

En México aún quedan mecanógrafos que usan una máquina de escribir para esos menesteres por los cuales reciben una paga de algún romántico a la antigua.

Malas interpretaciones de lo que significa recibir cartas, o las emociones de esperarlas, ocurrieron no hace mucho, pues apenas llegaron a 45 los años transcurridos desde aquellos intercambios de la joven con otro a más de 9 mil kilómetros de distancia, y el pretendiente confundido se encuentra con su media naranja a través de un sitio de redes sociales como Facebook.

Ahora, ella en Venezuela en momentos próximos a regresar a Cuba, y él en la Mayor de las Antillas, intercambian por el chat, el correo electrónico y cuanto medio facilitan las actuales tecnologías que rompen las barreras del tiempo y las distancias.

Pocos días después, dejan de ser amantes ciberespaciales cuando ocurre el encuentro tangible, en la vida real.

Pero siempre hay un pero. En estos momentos dominados por medios como los teléfonos celulares, que reciben llamadas desde los fijos sin costo alguno, también hay malas interpretaciones y suceden incidentes agradables y desagradables, así como contratiempos de todo tipo.

No faltan los portadores de un móvil para tenerlo como equipo de juegos electrónicos, escuchar música o la radio, usarlo como calculadora, despertador, cámara fotográfica, y todos esos recursos de los cuales se han ido dotando, por supuesto, sin dejar de servir como teléfono.

El pero es que ya empiezan a proliferar quienes maldicen la existencia de los celulares, los apagan o dejan supuestamente olvidados en casa o en la oficina. Este es un fenómeno reciente en Cuba, pero no en otros lares, en España por ejemplo, donde un amigo, Iñaki, desde hace muchos años, solamente lo porta cuando es él quien lo necesita.

A sus amigos y familiares les advierte que lo llamen al fijo de su hogar que para eso lo paga y bien caro que es en comparación con  la celular, según les explica una y otra vez, sin poder impedir que encuentre constantemente llamadas perdidas.

Cuando hace unos 15 años supe del comportamiento de Iñaki lo miré como si fuera un anticuado y retrógrado troglodita enemigo de las nuevas tecnologías y el desarrollo, pero públicamente le estoy pidiendo mis más sinceras disculpas, pues en pocos meses estoy entre los que acumulan buenas y no tan buenas experiencias.

Estar comunicados constantemente permite tomar mejores decisiones al tener información actualizada y poder consultar o coordinar acciones no solo de índole laboral, sino también social y familiar.

LOS PEROS

Pero hay quienes son víctimas de quienes creen que por ser un celular, a diferencia de un fijo, sí hay que responderlo siempre porque tiene un identificador, e interpretan como un problema personal que no se les responda.

Pero existen los que ante la seguridad de que podrán establecer comunicación a cualquier hora, “olvidan” decir algo, y lo expresan cuando apenas quedan minutos para el límite de ejecutar o no una acción.

Pero en estos días en que llamar desde un fijo a un celular estatal no le cuesta, ya abundan los que creen que es para largas e interminables conversaciones. Y por supuesto que esta facilidad elimina aquel socorrido pretexto de: “No encontré un fijo para devolverte la llamada”.

En fin, que hay de todo, y la lista de incidentes irá creciendo porque la extensión del uso de la telefonía móvil provoca cambios en las conductas y actitudes de cualquier comunidad, y la cubana no será una excepción.

Y en este fin de año, no creo que alguien pueda dudarlo, la congestión de las líneas tanto para hablar como enviar y recibir SMS estará a la orden del día. Por tanto, como redactor que tiene el privilegio de disponer de este espacio todos los viernes, aprovecho el pequeño privilegio para desde aquí, desearles a todos un feliz fin de 2017 y que el próximo año les traiga buenas noticias en su vida laboral, familiar y social.

¡Felicidades!