Enemigos de la modernidad

Era muy difícil que un cheque fuera rechazado por el banco en los años 70, y aún en los 80 del siglo pasado, porque al escribir un nombre pudiera confundirse la letra “a” con la “o”, pues eran tiempos en que se llenaban con una máquina de escribir.

Por esos años, hasta los de peor caligrafía podían habilitar tales documentos sin que la experta mirada de los trabajadores bancarios pudiera hallarle un error porque lo hacían con aquellos equipos.

Casi siempre eran Remington o Wonderwood las marcas de esos aparatos, que paulatinamente fueron sustituidos por otros modernos, y menos duraderos, pero llegó un momento en la década de los 90 de la anterior centuria en que la carencia de cintas impedía usarlos.

A pesar del déficit, una buena parte del equipamiento estuvo activo gracias a la inventiva de cambiar de posición las cintas o reactivarles el entintado con grasa o cualquier insospechado líquido que alguien dijo que servía.

No llegaron a proliferar las máquinas de escribir eléctricas, pero las pocas que entraron al país solían ser rechazadas, o iban a parar a unas oficinas en detrimento de otras consideradas de menor categoría.

La escasez de repuestos y el desgaste de los moldes de letras y signos dieron mayor fuerza a la utilización de la escritura manual, unido a que la irrupción de las computadoras fue traumática, pues no servían para llenar modelos oficiales ni cheques bancarios.

Con el creciente número de computadoras sin una correspondiente cantidad de impresoras hizo surgir chistes como el referido a aquel joven que admiraba las máquinas de escribir porque imprimen al mismo tiempo que se escribe.

Los ordenadores están siendo cada vez más utilizados en redes, ya sean conectadas a la Internet, o limitadas al territorio nacional, o de un local, pero sea como sea, ya son pocas las que trabajan en solitario, sin estar enlazada con otra u otras.

Hasta hoy mismo, todavía puede ocurrir que un simple trámite de Carné de Identidad que antes se hacía con papel y bolígrafo, así como un archivo lleno de papeles haya que esperar un alto número de horas porque “Se cayó el sistema”.

O un cobro en las ya no tan adecuadamente llamadas tiendas recaudadoras de divisas puede demorar o ser tortuoso porque “No hay pos”.

Todos esos contratiempos tienen solución, y es un criterio que puede demostrarse en la práctica, pero ya están actuando los enemigos de la modernidad, los que exaltan a ultranza las tecnologías obsoletas.

Arremeten contra todo, y echan mano a cualquier argumento, y si alguien hace una aclaración, inmediatamente recurren a otro y a otro, y a otro… ¿Por qué?

Por supuesto que no son todos, pero sí son todos los que son apegados a no trabajar, a quedarse con el vuelto arguyendo que no tienen moneda fraccionaria, y hasta quienes sacan provecho para quedarse con una parte del dinero en los vericuetos de los voluminosos documentos que se llenan para mover el dinero y trasladarlo.

Consultadas varias personas que pagan la electricidad y el teléfono mediante tarjeta magnética de forma remota, dicen que prefieren los inconvenientes actuales a tener que ser víctimas no solo del escamoteo del dinero sino también del maltrato de “algunos” cobradores a domicilio o en oficinas, así como largas colas e incomodidades de la transportación.

Sin dudas, tales personajillos no únicamente hacen rechazo a las nuevas tecnologías, sino a que la informatización protege a los consumidores y o clientes.